Crónica del Triatlón olímpico sin drafting de Astudillo por un Tetuanero
En 2023 vine a Astudillo de casualidad. Me apetecía hacer un olímpico en un año donde había descartado la larga distancia y me cuadraba la fecha.
Este 2024 he vuelto sabiendo lo que me iba a encontrar: un pueblo lleno de gente increíble que organiza un triatlón por y para el triatleta.
Y es que a los que amamos este deporte sabemos que las mejores carreras y las mejores organizaciones están en los pueblos. ¿Por qué? Porque se dejan la piel, se desviven, ese día es la fiesta del deporte para todo el pueblo, y celebrar a todo el mundo le gusta, y eso hace que el ambiente por las calles de este pequeño pueblo Palentino sea único.
En 2023 vinimos a Astudillo 6 valientes tetuaneros, pero este año habíamos conseguido engañar a 18, 13 de los cuales competían. Ninguno se arrepintió cuando vieron semejante espectáculo.
EL triatlón se hace el sábado por la tarde a partir de las 17:00 h, lo que nos permitió a unos pocos atrevidos el sábado por la mañana bajar a nadar un rato en la zona de T1, en el río Pisuerga. Existía la posibilidad de que el neopreno estuviera prohibido y aunque el agua nos pareció bastante fría, agradecimos la activación en el río.
Antes de comer fuimos a recoger los dorsales a la Plaza de Astudillo, donde tenían ya todo montado: T2 impecable, música en directo y voluntarios ayudando en la entrega de dorsales y bolsa del corredor. No faltaba detalle.
Algunos de los voluntarios son integrantes del Club Triatlón Astudillo, y te explican cómo proceder en cuanto a logística en este triatlón, ya que T1 y T2 están en sitios distintos:
T2 y meta están en el mismo sitio, y basta con dejar tus zapatillas de correr (gorra y geles para quien los use); mientras que T1 está a unos 3 km del pueblo, y los triatletas acuden en bicicleta justo antes de saltar al agua. En el acceso a T1 te dan chip (los que somos de fuera de Castilla y León) y te recuerdan que lo que no vayas a usar debes dejarlo en una bolsa que proporciona la organización y que posteriormente te suben a T2.
Afortunadamente nos confirman que este año el neopreno vuelve a ser opcional, y salvo 4 locos/valientes, la mayoría nos enfundamos el neopreno.
Unas risas y unas fotos con el resto de triatletas de T1 y entramos al agua por la salida para calentar un poco. Las chicas salen a las 17:00 h y los chicos a las 17:14 h con rigurosa puntualidad.
Suena el disparo de salida y los primeros 5 minutos ocurre lo de siempre: buen aluvión de golpes por aquí y por allá hasta que el grupo se estira y cada uno coge su sitio.
Conozco bien el sector de natación y sé que la primera parte es río arriba, con la corriente y decido no gastar. Se me hace un poco bola hasta el giro en la boya amarilla y para colmo mi Garmin ha perdido señal GPS y no me está marcando bien la distancia por lo que no llevo una referencia real de ritmo. Tras el giro intento apretar un poco y coger unos pies que llevaba a pocos metros, lo consigo y aunque las sensaciones no son las mejores, al salir del agua miro con sorpresa mi crono y veo que he hecho mi mejor parcial en 1.500m en un triatlón.
Ahora viene lo que peor se me da: la maldita T1. No hay triatlón que consiga hacerla bien. Se me va un mundo. En un media o larga distancia importa algo menos, pero en un olímpico o sprint es que puede marcar la diferencia. Pues nada, mis 3 minutazos de rigor, no hay quien mejore esa “fluidez” que tengo a la hora de quitarme el neopreno.
Ya desde la línea de montaje sientes el aliento del pueblo, y es que aunque nadamos en mitad de la absoluta nada, los voluntarios y aficionados que se han desplazo a T1 son bastantes y no paran de animar.
Me monto en mi Canyon y toca subir hasta el pueblo: los 3 km que habíamos bajado para poder nadar ahora toca hacerlos de subida, con viento en contra y con un sinfín de molinos de viento que te acompañan en el horizonte sin dejar de moverse y recordándote cada segundo que el sector de bici va a ser durísimo por el dios Eolo no va a dejar de soplar.
Llegamos al pueblo y es una pasada: las calles llenas de gente animando y además este año traíamos con nosotros nuestros animadores personales del club, enfundados con las camisetas del club y ondeando esa bandera que tanto nos gusta ver en las carreras: TRIATLÓN TETUAN.
Una alegría estar compitiendo a casi 300 km de casa y escuchar a gente que te recuerda del año anterior y te animan a grito de: ¡¡Venga esos madrileños!!
Salimos del pueblo y encaramos la zona del circuito a la que hay que darle 2 vueltas: un continuo sube-baja rompe piernas; a la ida con aire en contra y la vuelta volando con aire a favor. Lo bueno de ser a dos vueltas es que vas viendo a tus compañeros, y ver una cara amiga cuando vas a 160 de pulso chupando aire a raudales siempre ayuda, y este año al ser 13 tetuaneros, era un alivio escuchar ánimos cada poco rato.
Llego al punto de giro, justo un par de km a la salida de Palacios del Alcor; también con sus calles llenas de gente animando; y en ese icónico giro de 180 grados marcado por un cono naranja que tanto caracteriza a nuestro deporte, veo a dos auténticos cracks: Luis Ángel (presidente del club Triatlón Astudillo) y al incombustible Javi, su hermano. Están en el punto más lejano de todo el triatlón animando a todo el mundo, dos personas excepcionales.
La vuelta se hace más amena con aire a favor, encuentro algo de sensaciones, el pulso baja y empiezo a adelantar gente y a coger un poco mi sitio. En un parpadeo estoy de nuevo en Astudillo, nuevo giro de 180 grados en un cono donde escucho las voces de nuestros animadores y toca remar viento en contra otra vez. Bajo un punto en esta vuelta porque ya voy pensando en el sector de correr y verdaderamente no se con que patas voy a correr los 10 km, me noto más fundido de lo habitual y por eso decido bajar un punto.
Aunque bajo un punto sigo adelantando a algún ciclista, algo que siempre anima.
Encaro de nuevo el tramo de vuelta que se pasa rápido, entrada al pueblo, aflojo calas, me descalzo, último giro en una calle céntrica del pueblo y a pocos metros está la línea de desmontaje: entro descalzo en T2, transición en la que, si he mejorado bastante los últimos y que consigo hacer en “solo” 50 segundos, zapatillas y a correr.
Tocan 3 vueltas por las calles del pueblo: subidas durísimas y bajadas que te planteas tomar aire pero que la gente que hay en cada esquina animando te achucha tanto que te hace correr más rápido aún. No hay tregua. No faltan avituallamientos ni gente tirando agua o con música en cada rincón del pueblo.
Al final de cada vuelta se pasa por el que quizá sea mi zona favorita del todo el pueblo del triatlón: la calle donde se encuentra la residencia de mayores de Astudillo. Y es que los trabajadores de la residencia sacan a los abuelitos a la calle, los sientan, les dan pancartas y animan a todos los triatletas a su paso. Sin duda disfrutan tanto ellos como los triatletas al pasar por ese rinconcito del pueblo. Da alegría ver como el deporte puede hacer pasar tan buen rato a jóvenes y mayores.
En cuanto al recorrido de carrera a pie, aunque no falta animación ni agua, es un circuito duro, muchas subidas, bastantes giros y cambios de terreno. A mí personalmente me gustan los circuitos exigentes en distancia olímpica, ya que te permiten llegar a meta más con sensación de un media distancia que de un olímpico.
Ya en meta no falta la música, la animación es brutal y por supuesto un buen avituallamiento tras el esfuerzo. Un detalle que me encanta es que te graban la medalla al cruzar el arco de meta si así lo deseas, sin tener que abonar nada más de lo que ya te costó la inscripción.
Sin duda Astudillo es una de esas pruebas que hay que hacer al menos una vez en la vida, y si lo pruebas, consigue hacerse un huequecillo dentro de ti, tanto es así que este ha sido mi segundo año, pero sin duda el año que viene volveré a repetir.
Termino esta crónica dando las gracias a todos los voluntarios, a todos los integrantes del Club Triatlón Astudillo y a toda su gente que se acercan a animar y llevar en volandas a todos los participantes hasta meta.